Rodolfo Neri Vela
Rodolfo Neri Vela (Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México, 19 de febrero de 1952) es un doctor en ingeniería. Fue el primer astronauta mexicano y el segundo latinoamericano (el primero fue el cosmonauta Arnaldo Tamayo Méndez, de Cuba) en volar al espacio exterior, al crearse un programa de colaboración entre la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de México (SCT) y la NASA.
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La preparatoria la estudió en la Escuela Nacional Preparatoria 2.
Recibió en 1975 el grado de licenciado en ingeniería mecánica y electrónica con especialidad en
comunicaciones en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM); estudió la maestría en sistemas
de telecomunicación entre 1975 y 1976 en la Universidad de Essex, en
el Reino Unido; obtuvo el grado de doctor en radiación electromagnética
en la Universidad de Birmingham,
Reino Unido, en 1979, y en esa misma institución realizó investigaciones
post-doctorales durante un año, enfocándose en guías de ondas.
Había cursado la primaria en el Instituto México
Primaria, el Colegio Euterpe, Benito Juárez y Heroicos Cadetes, de la SEP,
la secundaria en Iniciación Universitaria, perteneciente a la Escuela Nacional Preparatoria 2
y la preparatoria en la misma Escuela Nacional Preparatoria 2
de la UNAM,
en ese entonces ubicado en el centro histórico cursando el área 2
(médico-biológicas) con el fin de estudiar Química Metalúrgica
Participó como especialista en la Misión STS-61-B del Transbordador Espacial Atlantis,1 llevando a cabo una serie de experimentos diseñados
por científicos mexicanos. La misión despegó la noche del 26 de noviembre de 1985 desde el Centro Espacial Kennedy,
en Florida, y regresó a tierra en la Base Edwards de la Fuerza Aérea Estadounidense
en California el 3 de diciembre.
El objetivo principal era poner en órbita tres
satélites de comunicación, entre ellos el Morelos II (los otros dos fueron AUSSATT II y SATCOM K-2).
Pero, ¿para qué viajaría un mexicano al espacio?, ¿cuál era su objetivo?
La misión STS 61-B de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos en la que participó Neri Vela, tenía como objetivo, entre otros experimentos, poner en órbita tres satélites artificiales, uno de los cuales era el mexicano Morelos II.
Los beneficios en telecomunicaciones que ofrecía el espacio exterior habían sido ya probados en México en 1968, cuando la edición decimonona de las Olimpiadas fue transmitida a todo el mundo por televisión, utilizando el satélite ATS-3, propiedad de la NASA.Años más tarde, el gobierno mexicano decidió emprender la implementación de su propio sistema satelital, el cual se inició con la puesta en órbita del Morelos I, en junio de 1985, y del Morelos II, el 26 de noviembre del mismo año, en cuyo lanzamiento al espacio participó el primer (y hasta ahora único) astronauta mexicano.
Ambos satélites fueron construidos por la empresa Hughes (hoy Boeing) y el costo total de la colocación en órbita del sistema satelital Morelos fue de 150 millones de dólares, según informó en su momento el secretario de Comunicaciones y Transportes en turno.
México se encontraba a la mitad del periodo de gobierno de Miguel de la Madrid y en plena crisis económica; al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes estaba el ingeniero Daniel Díaz Díaz, quien se trasladó hasta el Centro Espacial Kennedy de la NASA, en el estado de Florida, Estados Unidos, para supervisar desde tierra el viaje sideral del compatriota.
Aquella tarde del martes 26 de noviembre, los medios de comunicación del gobierno federal se mantenían a la expectativa de todo lo que sucedía en Cabo Kennedy y el Instituto Mexicano de la Radio anunciaba la transmisión en vivo del lanzamiento del trasbordador espacial Atlantis, a bordo del cual iría Neri Vela. La operación ocurrió a las 18:30 horas: por primera vez en la historia había un mexicano en el espacio.
El Morelos II fue liberado al día siguiente, el 27 de noviembre, con toda la precisión posible, mientras el Atlantis sobrevolaba, miles de kilómetros arriba, el territorio mexicano. El centro de operaciones en tierra, desde donde se condujeron todas las maniobras, estaba ubicado en Iztapalapa, en la Ciudad de México.
Durante los siete días que duró la misión, los enviados especiales de los medios de comunicación reportaron todos los pormenores de la aventura espacial de Neri, desde el despegue de la nave hasta su aterrizaje; los periódicos publicaron fotografías del doctor caminando junto al resto de la tripulación, tomadas en el momento de abordar el Atlantis, así como de los experimentos que realizaron los científicos a bordo y en el exterior de la nave, y destacaron el hecho de que una mujer fuera integrante de la tripulación, la astronauta Mary L. Cleave.
Las noticias en el periódico alertaron a los citadinos acerca de que el trasbordador iba a poder ser observado a simple vista desde tierra en la capital durante cuatro minutos, en las madrugadas de los días jueves y viernes (28 y 29 de noviembre) si las condiciones del clima y la contaminación del aire lo permitían; “los que salgan a verlo saldrán en las fotos que tomará Rodolfo Neri Vela de la ciudad desde el espacio con una cámara especial equipada con telefoto y película infrarroja”, decía un diario.
Y así, también gracias a los medios, los mexicanos fuimos testigos de una comunicación Yautepec-espacio exterior: la transmisión de la conversación telefónica que sostuvo el astronauta con Miguel de la Madrid en el cuarto día de la misión espacial, en la que sus voces viajaron más de 4 604 000 kilómetros durante seis minutos. “Es para mí un honor poder saludarlo desde el orbitador Atlantis de la NASA, y a través de usted deseo enviar un cariñoso saludo al pueblo de México, dado que gracias a su esfuerzo, en este momento México está representado alrededor de nuestro maravilloso planeta”, fueron las primeras palabras que Neri dijo al entonces presidente, mientras en los monitores del Centro de Control de Vuelos Espaciales de la NASA se le veía portando el uniforme azul con las insignias alusivas a la misión y la bandera mexicana bordada en la manga del brazo izquierdo. Luego le informó sobre el avance de los experimentos realizados a bordo.
Para el lunes 2 se dio la conferencia de prensa donde la tripulación de la nave espacial contestó las preguntas de los reporteros en tierra. “La conquista del espacio es muy importante para la humanidad, pero lo es más que pueda ser compartida”, contestó Neri a una pregunta formulada por el reportero de Excélsior. A pesar de encontrarse en el espacio, parecía tener los pies en la tierra y, contrariamente al ambiente generado, que dejaba imaginar que México se convertiría en una potencia tecnológica, comentó a un periodista estadunidense: “Es posible realizar actividades conjuntas, pero no es posible pensar de ninguna manera que esto nos coloca en una posición tecnológica avanzada”, refiriéndose a los países todavía entonces llamados del “tercer mundo”.
Terminada la misión, el 3 de diciembre, Daniel Díaz comentó en entrevista para la prensa internacional que México continuaría con su programa espacial, pero que veía remota la posibilidad de enviar a otro mexicano al espacio. Tan remota, que hasta la fecha no ha habido ningún otro nacional cruzando el espacio cósmico.
En el 2004, José Hernández —un hijo de inmigrantes mexicanos originarios de Michoacán, quien ha comentado que obtuvo de Neri su principal inspiración— fue elegido por la NASA para reparar una estación espacial en una misión por realizarse en julio del próximo año; pero ¿cuán orgullosos nos podremos sentir de esta especie de “fuga de cerebros”? Finalmente, José Hernández nació, creció y se formó en Estados Unidos.
En 2005, convertido en un importante investigador de tiempo completo en la UNAM, Rodolfo Neri Vela presentó, junto con otros científicos mexicanos, una iniciativa de ley para crear la Agencia Espacial Mexicana (AEXA), 20 años después de su viaje al espacio, iniciativa que fue aprobada en 2006 por la Cámara de Diputados. Según Neri, México se encuentra hoy en condiciones de formar a sus propios astronautas en territorio nacional.
Pero, ¿para qué viajaría un mexicano al espacio?, ¿cuál era su objetivo?
Los beneficios en telecomunicaciones que ofrecía el espacio exterior habían sido ya probados en México en 1968, cuando la edición decimonona de las Olimpiadas fue transmitida a todo el mundo por televisión, utilizando el satélite ATS-3, propiedad de la NASA.Años más tarde, el gobierno mexicano decidió emprender la implementación de su propio sistema satelital, el cual se inició con la puesta en órbita del Morelos I, en junio de 1985, y del Morelos II, el 26 de noviembre del mismo año, en cuyo lanzamiento al espacio participó el primer (y hasta ahora único) astronauta mexicano.
Ambos satélites fueron construidos por la empresa Hughes (hoy Boeing) y el costo total de la colocación en órbita del sistema satelital Morelos fue de 150 millones de dólares, según informó en su momento el secretario de Comunicaciones y Transportes en turno.
México se encontraba a la mitad del periodo de gobierno de Miguel de la Madrid y en plena crisis económica; al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes estaba el ingeniero Daniel Díaz Díaz, quien se trasladó hasta el Centro Espacial Kennedy de la NASA, en el estado de Florida, Estados Unidos, para supervisar desde tierra el viaje sideral del compatriota.
Aquella tarde del martes 26 de noviembre, los medios de comunicación del gobierno federal se mantenían a la expectativa de todo lo que sucedía en Cabo Kennedy y el Instituto Mexicano de la Radio anunciaba la transmisión en vivo del lanzamiento del trasbordador espacial Atlantis, a bordo del cual iría Neri Vela. La operación ocurrió a las 18:30 horas: por primera vez en la historia había un mexicano en el espacio.
El Morelos II fue liberado al día siguiente, el 27 de noviembre, con toda la precisión posible, mientras el Atlantis sobrevolaba, miles de kilómetros arriba, el territorio mexicano. El centro de operaciones en tierra, desde donde se condujeron todas las maniobras, estaba ubicado en Iztapalapa, en la Ciudad de México.
Durante los siete días que duró la misión, los enviados especiales de los medios de comunicación reportaron todos los pormenores de la aventura espacial de Neri, desde el despegue de la nave hasta su aterrizaje; los periódicos publicaron fotografías del doctor caminando junto al resto de la tripulación, tomadas en el momento de abordar el Atlantis, así como de los experimentos que realizaron los científicos a bordo y en el exterior de la nave, y destacaron el hecho de que una mujer fuera integrante de la tripulación, la astronauta Mary L. Cleave.
Las noticias en el periódico alertaron a los citadinos acerca de que el trasbordador iba a poder ser observado a simple vista desde tierra en la capital durante cuatro minutos, en las madrugadas de los días jueves y viernes (28 y 29 de noviembre) si las condiciones del clima y la contaminación del aire lo permitían; “los que salgan a verlo saldrán en las fotos que tomará Rodolfo Neri Vela de la ciudad desde el espacio con una cámara especial equipada con telefoto y película infrarroja”, decía un diario.
Y así, también gracias a los medios, los mexicanos fuimos testigos de una comunicación Yautepec-espacio exterior: la transmisión de la conversación telefónica que sostuvo el astronauta con Miguel de la Madrid en el cuarto día de la misión espacial, en la que sus voces viajaron más de 4 604 000 kilómetros durante seis minutos. “Es para mí un honor poder saludarlo desde el orbitador Atlantis de la NASA, y a través de usted deseo enviar un cariñoso saludo al pueblo de México, dado que gracias a su esfuerzo, en este momento México está representado alrededor de nuestro maravilloso planeta”, fueron las primeras palabras que Neri dijo al entonces presidente, mientras en los monitores del Centro de Control de Vuelos Espaciales de la NASA se le veía portando el uniforme azul con las insignias alusivas a la misión y la bandera mexicana bordada en la manga del brazo izquierdo. Luego le informó sobre el avance de los experimentos realizados a bordo.
Para el lunes 2 se dio la conferencia de prensa donde la tripulación de la nave espacial contestó las preguntas de los reporteros en tierra. “La conquista del espacio es muy importante para la humanidad, pero lo es más que pueda ser compartida”, contestó Neri a una pregunta formulada por el reportero de Excélsior. A pesar de encontrarse en el espacio, parecía tener los pies en la tierra y, contrariamente al ambiente generado, que dejaba imaginar que México se convertiría en una potencia tecnológica, comentó a un periodista estadunidense: “Es posible realizar actividades conjuntas, pero no es posible pensar de ninguna manera que esto nos coloca en una posición tecnológica avanzada”, refiriéndose a los países todavía entonces llamados del “tercer mundo”.
Terminada la misión, el 3 de diciembre, Daniel Díaz comentó en entrevista para la prensa internacional que México continuaría con su programa espacial, pero que veía remota la posibilidad de enviar a otro mexicano al espacio. Tan remota, que hasta la fecha no ha habido ningún otro nacional cruzando el espacio cósmico.
En el 2004, José Hernández —un hijo de inmigrantes mexicanos originarios de Michoacán, quien ha comentado que obtuvo de Neri su principal inspiración— fue elegido por la NASA para reparar una estación espacial en una misión por realizarse en julio del próximo año; pero ¿cuán orgullosos nos podremos sentir de esta especie de “fuga de cerebros”? Finalmente, José Hernández nació, creció y se formó en Estados Unidos.
En 2005, convertido en un importante investigador de tiempo completo en la UNAM, Rodolfo Neri Vela presentó, junto con otros científicos mexicanos, una iniciativa de ley para crear la Agencia Espacial Mexicana (AEXA), 20 años después de su viaje al espacio, iniciativa que fue aprobada en 2006 por la Cámara de Diputados. Según Neri, México se encuentra hoy en condiciones de formar a sus propios astronautas en territorio nacional.
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